Vistas de página en total

lunes, 16 de mayo de 2011

EL CAMINO DE ANÍBAL


 
El Camino de Aníbal

Mientras el comercio por mar tenía perfectamente regulado su tráfico y vías marítimas a través del Mare Nostrum (Mar Mediterráneo), con un intenso intercambio mercantil que hacía llegar a los comerciantes peninsulares hasta puertos de Oriente como Alejandría o griegos como Mitilene, viniendo asimismo desde aquellos confines a Gades y Carthago Nova, sin embargo no ocurría lo mismo con las rutas terrestres interiores. Cuando Roma apenas había desarrollado en Italia una política viaria, no se podía esperar más para Hispania (España) y el comercio prefirió penetrar al interior desde los puertos marinos o fluviales.
La obra de Augusto en la red viaria hispana fue muy importante y facilitó el definitivo desarrollo económico posterior al dejar intercomunicadas las diversas regiones hispanas con más de 2.000 km. de vías sólidas.
A lo largo de todo el Imperio, los romanos trazaron en la Península Ibérica, según el Itinerario Antonino del siglo III, nueve mil kilómetros de calzada de primer orden y unos veinte mil de carácter secundario. La red se aplicaba al movimiento de tropas y muy especialmente a conducir hasta los diversos puertos los múltiples elementos del tráfico mercantil, diseñándose las principales calzadas como verdaderas rutas internacionales.
Las calzadas eran construidas concienzudamente con cinco capas superpuestas de piedras que seguían trazados rectilíneos generalmente, aprovechando tan adecuadamente la topografía del terreno que sobre muchas de ellas se trazaron posteriormente veredas, cañadas, carreteras y sobre todo ferrocarriles. El dios Mercurio era honrado por los gentiles como el dios de los caminos, erigiéndose estatuas en los caminos, siendo costumbre echar piedras en la base en su honor.
Hoy podemos decir que la provincia de Albacete queda dividida en cuatro cuadrantes por la intersección de dos grandes vías de comunicación romanas.

Una es la vía “Complutum-Carthago Nova” (Alcalá de Henares-Cartagena), con dirección norte-sur y la otra es el “Camino de Aníbal” que atraviesa la provincia de oeste a este.
En cuanto al trazado que ambas calzadas siguen en tierras actuales albaceteñas, la primera entra por el noroeste de La Roda, procedente de Cuenca, dirigiéndose a Chinchilla, pasando por Pozocañada, Tobarra y Hellín hacia Cieza.
El Camino de Aníbal viene desde la provincia de Ciudad Real y entra en la provincia por el término de Viveros, pasando por Mirones (Robledo) en dirección a Lezuza, después por Pétrola, La Higuera y Montealegre, llegando a las proximidades de Caudete y entrando en Valencia por Fuente-La Higuera donde se une a la Vía Augusta.
El tramo Viveros-Mirones (Robledo)-Caudete es una llanura con trazados poco sinuosos y largos trayectos rectilíneos, aprovechando los valles y con pendientes poco pronunciadas; para vadear zonas ocasionalmente cubiertas de agua se construyeron “agger” (pequeños puentes de piedra) y por los parajes rocosos los carruajes circulaban directamente sobre las placas pétreas dejando profundas rodadas muy útiles para su reconstrucción. La mayor parte de su trazado no estaba empedrado, utilizándose solamente esta ingeniería en casos donde la circulación no era fácil. La anchura es variable a lo largo de todos los kilómetros, oscilando de 6 a 8 metros, aunque en los “agger” se reduce a 3.5 metros.
A lo largo del trayecto las “Mansiones” y “Mutatio” eran lugares de descanso, albergues a la orilla de la Vía fuera de aglomeraciones, que se distribuían en tramos periódicos cada 40 ó 45 km. para las Mansiones y entre 10 ó 15 km. para las Mutatio. En Libisosa (Lezuza) existía una de estas Mansiones.
La razón principal de la precoz declinación en el uso del Camino de Aníbal, de que no quede ninguna construcción antigua junto a él e incluso de que se haya olvidado su nombre, a pesar de ser tan importante como otras vías romanas que sí lo han conservado como el Camino de la Plata o la Vía Augusta, es el quedar fuera de las grandes rutas de España ya desde la época visigoda donde la principal ruta comercial y militar subía desde algo antes de Córdoba hasta Toledo (capital del reino), ruta que se confirmó con los árabes y en la reconquista castellana e incluso en el siglo XVI con la instalación de la Corte en Madrid, momentos históricos todos que impusieron definitivamente la vía sur-norte, quedando la antigua vía romana fuera del camino de los correos.
A ello hay que añadir la falta de grandes obras como pueden ser los puentes, ya que en su trazado no hay que franquear más ríos de alguna importancia caudal que el Lezuza o el Montizón; y finalmente que las informaciones desde los tiempos modernos eran más numerosas y detalladas sobre el tránsito del camino entre Valencia y las Andalucías por Almansa, que es el Camino Real, que por Caudete y Montealegre, que es por donde va el Camino de Aníbal, quedando eclipsado ya total y definitivamente.
Pero retrocedamos por unos momentos en el tiempo: Roma y Carthago han concluido la I Guerra Púnica, han quedado malparadas en su poderío naval, sobre la vencida Carthago, pero “invitadas” a una segunda cita. Para empañar la afrenta Amílcar Barca “Fulgor” en lengua fenicia, llega a la península; pretende crear una base de operaciones para atacar a Roma. Le acompaña su yerno Asdrúbal y su hijo Aníbal, acostumbrado éste a vivir bajo las lonas de los campamentos militares, y que antes de abandonar Carthago fue conducido al templo para, junto a sus hermanos, jurar odio eterno a los romanos.
Y llegó su hora, muerto su padre y su tío, nombrado general de las tropas de la península, se dirige hacia Sagunto por un camino que hará historia, perdurando en el tiempo como EL CAMINO DE ANÍBAL, por el cual, en el año 219 a.C., pasaron 50.000 infantes, 9.000 jinetes y 30 elefantes desembarcados en Carthago Nova; este numeroso y disciplinado ejército cruzó nuestra provincia dirigiéndose a Sagunto, única ciudad de la península aliada de Roma a este lado del Ebro, que fue destruida, iniciándose con ello la II Guerra Púnica.
Aníbal, después de cruzar los Pirineos y los Alpes, infringe cuatro derrotas consecutivas a Roma, pero a pesar de ello, fue finalmente derrotado, eclipsándose su fama de invicto.
No ocurrió lo mismo con la ruta que Aníbal siguió como vía militar hacia Sagunto, utilizada posteriormente por sus enemigos y vencedores, los romanos, para trazar la calzada que unía Sagunto con Saetabis y Cástulo.
Pero sigámosla a su paso por nuestra provincia, ya diagnosticada como en trance a desaparecer por completo; en muy reducidos espacios conserva restos de su empedrado y anchura, la mayor parte de su recorrido ha sido despojado de sus piedras, empleadas a veces en la elevación de tapias y otras diseminadas en los campos. Son 181 km. que discurren por tierras albaceteñas entre Caudete y Viveros.
Andar los 181 kms. requiere cierta preparación física y también técnica y logística, debiendo transportar en las mochilas equipo para unos cuantos días y siempre calculando dónde se realizarán los descansos por los pueblos por los que EL CAMINO DE ANÍBAL transcurre.
Un buen fraccionamiento km/día puede ser el considerar que se pueden recorrer 20 kms. en una jornada, teniendo en cuenta factores como la topografía que es relativamente llana y el clima que debe ser benigno si se realiza en primavera u otoño, con días largos y buena luminosidad.
No obstante, el excursionista debe adaptar el kilometraje y las etapas a su propia condición y siempre tiene la posibilidad de hacer la ruta en dos o tres veces, de hacer tramos o etapas sueltas o de alargarlas o acortarlas si lo considera oportuno.
A modo de orientación el recorrido se puede realizar con las siguientes etapas